jueves, 18 de abril de 2013

Y ahora... ¿qué hacemos con el dinero?


Hoy en día no es el amor, sino el dinero, lo que está en el aire - recordando aquella famosa canción que los de más de 50 guardamos en la memoria -.  Se respira temor e incertidumbre, zozobra e intranquilidad, tanto en cuanto la pregunta de qué se hace hoy en día con el dinero ya no surge entre la gente con poca formación, sino todo lo contrario:  se plantea cada día entre la gente que sabe mucho, gente muy preparada,  mentes que no se encuentran, precisamente, en el limbo del analfabetismo financiero. Es una pregunta que se la puede hacer hasta tu propio asesor fiscal. Tiembla, Pompeya.
Es un hecho que tras los escándalos financieros de los últimos tiempos muchos ciudadanos prudentes, conscientes de su desconocimiento en materia de inversiones,  habían decidido no meterse más en las aventuras recomendadas por los "vendedores" de productos financieros sobre renta fija, variable, productos estructurados y demás zarandajas y dejar los cuatro duros que tenían ahorrados  en la cuenta corriente sin más o, a lo sumo, en depósitos a la vista 

El objetivo no era otro que tener alguna garantía de que 100 euros ingresados en la cuenta sigan siéndolo al cabo de unos meses.  Contra las sofisticadas explicaciones de los "expertos", la cuenta de la vieja, los números simples e inteligibles, siempre a favor de la lógica y el comportamiento honorable. Una buena alternativa al colchón de toda la vida.
Hay que añadir el hecho de que la guerra por hacerse con el efectivo entre las entidades bancarias ha permitido al ciudadano medio sin más conocimientos disfrutar de unos intereses decentes por sus ahorros para batir, de algún modo, la sombra de la inflación y la pérdida del poder adquisitivo, el primer gran invento del sistema para arruinarnos poco a poco.

Yo me imagino que poderosas razones tendría el Banco de España para que ya en Marzo pusiera freno a los extratipos de los que disfrutábamos los ciudadanos y nos limitaran los intereses en los depósitos muy por debajo de lo necesario para estimular el más mínimo ahorro. Esto ya duele pero el problema, después de las medidas de  Chipre, ya no es la rentabilidad sino que se pueda dar algún tipo de legitimidad al hecho de que quitarte, literalmente,  el dinero de tu cuenta corriente, sea el estado o quien sea quien lo haga. Es inevitable acordarse todos refrán de las barbas del vecino. Le tiemblan las rodillas al más valiente...
En este momento en el para muchos Google se ha convertido en el oráculo del conocimiento, seguro que más de uno le habrá consultado qué hacer con el dinero escribiendo su pregunta en la barra del  buscador y habrá encontrado a montones de expertos con sus ideas expuestas en la red.  La que prevalecerá, sin duda, es la de que si ya no podemos confiar en la integridad de nuestros depósitos, lo que debemos hacer, como ciudadanos sensatos, es volver a confiar en las instituciones financieras (¡¡¡¡!!!!) y, sin entender ni papa todavía y sin ninguna reforma del sistema que nos garantice nada, volver, aunque duela, de nuevo, a comprar fondos de Inversión. Manda narices.

Como Trader me paso varias horas al día mirando gráficos de cotizaciones y pendiente de las noticias del sector. Tengo como labor fundamental diaria el intentar entender este galimatías de los mercados financieros con sus idas y venidas, a golpe de observación y estudio y cada día confío menos en todo lo que no sea observar al precio y cuanto más observo más miedo me da entrar en productos de inversión colectiva.
Quede claro que, en una economía de libre mercado cada cual puede fabricar y vender lo que quiera sin hacer daño a nadie y que todo producto que diseñe una empresa está dirigido, lógicamente,  a sacar beneficio económico. Los productos de inversión colectiva no son una excepción  y su comercialización exige argumentos convincentes de seguridad, rentabilidad etc. Son la versión financiera de la chispa de la vida o los superpoderes de los detergentes. En este momento, en el que el que más y el que menos ha salido escaldado de alguna, la lógica argumental que se emplea para volver a recuperar nuestra confianza es la idea del  mal menor.  Y el mal menor es el miedo.  Y con miedo no vamos a ninguna parte.

Porque no nos engañemos: nada ha cambiado y los productos de inversiones colectiva que nos siguen ofreciendo siguen empaquetando participaciones en renta fija y variable de tal manera que, sin los conocimientos adecuados,  no hay quien sepa realmente cómo funcionan, a no ser que tenga unos conocimientos muy específicos sobre el tema. A una, en concreto, empieza ya a apetecerle, no sé si por los años,  creerse lo que entiende y confiar en lo que, hasta ahora, no le ha defraudado y no hacer  todo lo contrario.
Mientras tanto, y partiendo de lo difícil que es dar una respuesta genérica a esta cuestión, creo que no hay mejor consejo que el de poner los huevos en distintas cestas.

Una de las formas de hacerlo ya la entiende todo el mundo: no hay que tener demasiado efectivo concentrado en una sola entidad bancaria, aunque nos parezca la más solvente del mundo mundial. Recuerden que parecer y ser son verbos distintos y que el primero simplemente es el traje del segundo.
Por otra parte no hay que descartar las oportunidades que siguen dando los mercados financieros. Mientras  la Bolsa Española parece que no levanta cabeza, sigue habiendo empresas españolas que  pueden estar en un buen momentum. Tampoco hay por qué desperdiciar las oportunidades que nos ofrece la economía global. La Bolsa Americana, por ejemplo, está en máximos históricos. Esta subida ininterrumpida se ha producido en un entorno de crisis mundial sin precedentes y, parece ser, que con los beneficios corporativos de las empresas americanas también en máximos históricos. Eso, según algunos analistas,  puede augurar una continuación de la tendencia, aunque sea inevitable que muchos inversores tengan en este momento sensación de vértigo.

De arriba a abajo:   SP 500 ( USA)   DAX XETRA (Alemania)  IBEX 35 (España) - Cualquiera que hubiera realizado una inversión en uno de los tres índices en el año 2009 hoy no estaría perdiendo dinero, ni en el peor de los escenarios que es el Español, pasado algún que otro susto...
Yo no me atrevería decir al ciudadano medio en qué valores puede invertir con seguridad  en este momento, que no cuente con ningún conocimiento técnico ni asesoría cualificada independiente. Depende mucho de las necesidades de liquidez  y la aversión al riesgo de cada cual. Las alternativas que yo contemplo como Trader no se ajustan al valor real de las empresas, sino que intentan sacar provecho del movimiento de su cotización. El momento de entrar en un valor es tanto o más importante que el valor en sí mismo.  Y el momento de salir no tiene por qué ser distinto.
Soy consciente de que  no todo el mundo dispone de tiempo ni ganas para convertirse en un experto en la materia pero, a mi modesto entender,  ya es hora de que todo el que tenga algo de dinero que rentabilizar y preservar se espabile un poco y adquiera un poco de barniz en esta materia. Existen también asesores independientes que gestionan cuentas ajenas con una honradez y transparencia absoluta y para identificarlos, hay que disponer de algún criterio. De verdad que no es tan complicado. Empieza a ser una cuestión ya de cultura básica general, puesto que ya hemos visto hacia dónde nos lleva el desconocimiento.

Por otra parte, si no tenemos una necesidad inmediata de liquidez, no hay por qué descartar otras fórmulas que, además pueden ser socialmente necesarias y positivas en estos tiempos de incertidumbre. Se puede invertir y no hacerlo en Bolsa,  sino en economía real.
Si se tiene algo de dinero quizás sea este el momento, empleando toda las precauciones necesarias,  de escuchar a los amigos que tienen un proyecto o una buena empresa funcionando en la que trabajan buenos profesionales, perfectamente viable y con un problema de liquidez derivado de lo difícil que es hoy en día obtener una financiación bancaria. Quizás este, y no otro, sea el momento de tener los oídos, la mente y el corazón abierto, cada uno en sus posibilidades, pensar en cómo podemos ayudar a crear riqueza, que redunde en volver a desarrollar un entramado social y profesional adecuado para nuestros hijos y que nuestros jóvenes mejor preparados no se tengan que marchar al extranjero.

Hay fórmulas para hacerlo, no hay que ser multimillonario, invertir sólo o formando parte de grupos de inversores pequeños, solo hay que tener la mente abierta  por ambas partes y pensar que, de alguna manera, lo único que podemos tener seguro en el futuro es contar con un motor que nos genere dinero, una pequeña participación en una empresa  en funcionamiento, una apuesta por un proyecto de emprendimiento que merece la pena ser escuchado o del que podamos formar parte.
Porque ahora no sirve esperar nada del papá estado y nuestro soñado sistema de pensiones. Es mejor que  esperemos algo del resto de las personas, apostemos por la creatividad, la formación, el ingenio, la imaginación, el esfuerzo, la experiencia y la ilusión. Si podemos, empleemos el dinero para algo más que para alimentar el sistema Bancario y financiero, incluso cuando nos decidamos a hacer alguna operación, por qué no, especulativa que nos garantice la liquidez necesaria.

Eso, señores, es darle la cara al miedo en el que parece que nos quieren hacer vivir. Depende de cada uno de nosotros y más aún cuando nos preguntamos, legítimamente, qué hacer con nuestro dinero para que, por lo menos, tenga algún sentido ahorrar para el futuro. La respuesta, al fin y al cabo, es simple: diversificar con prudencia y criterio  e invertirlo con ilusión y conocimiento.

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